La Princesita: los orígenes de Cuarón

Actualmente Alfonso Cuarón es uno de los directores más reconocidos no solo de México sino del mundo. Para quienes hemos seguido su carrera desde el inicio, resulta increíble que hayan pasado más de veinte años de su primera película en Hollywood y treinta de su ópera prima en suelo mexicano.

En 1991 se estrenaba «Solo con tu pareja», sin duda alguna un parte aguas en la industria fílmica del país, pero que no venía sola. Era toda una nueva generación de cine mexicano, con películas de la talla de «Como agua para chocolate» de Alfonso Arau, «Cronos» de Guillermo del Toro o «Miroslava» de Alejandro Pelayo. El inicio de los noventas fue un semillero de nuevos y destacados cineastas.

Cuarón con su debut en la pantalla grande logró cautivar no solo a la audiencia mexicana, también en el extranjero su talento fue apreciado. No era común en aquel entonces (ni ahora tampoco) que un director con apenas un largometraje bajo el brazo irrumpiera en la meca del cine para realizar apenas su segunda obra.

También es de sorprender la naturaleza de la cinta, una historía infantil, cuando venía de una tragicomedia basada en las complejidades de las relaciones entre parejas, el SIDA y el suicidio. Ya hablaremos en otra ocasión de su ópera prima en México, por ahora nos enfocaremos en su debut internacional.

La trama

La historia se desarrolla a principios del siglo pasado, Sara (Liesel Matthews) es una niña nacida en Inglaterra pero que vive con su acaudalado padre el Capitán Crewe (Liam Cunningham), en las lejanas tierras de la India. Con la falta de su madre el vínculo paterno lo es todo para ella, debido a la guerra el capitán debe de reincorporarse al ejército, por ello decide mudar a su hija a Nueva York donde podrá estudiar en un internado para niñas al que fue su madre. La imaginación de Sara cautiva a sus compañeras de inmediato creando amistades inesperadas, pero un día la noticia de que su padre ha muerto en combate destruye por completo el mundo, la fe y la imaginación de Sara que tendrá que verse obligada a recuperar aquello que la hacía especial para enfrentar el mundo de mejor manera.

Destellos de genialidad

Revisando la película con tantos años de distancia uno puede ver aquello que ha hecho de Alfonso Cuarón un gran director, sabe trasladar pequeños detalles que expresan grandes emociones. Así lo ha hecho en sus posteriores proyectos, quizás llevado al extremo en Roma. Pero ahí radica la fuerza de su cine, en buscar gestos, situaciones, actitudes que evocan o detonan en el espectador recuerdos o sentimientos propios. Es como si por momentos lo que vemos en pantalla fueran un «deja vu» de nuestra propia psique, quizás no vivimos en un orfanato o nuestros padres no fueron a la guerra. Pero la relación y vínculo con los padres, la pérdida de ellos o los amigos de la escuela son arquetipos universales con los que la mayoría de quien se interesa por el cine puede identificarse.

La imaginación como mayor argumento

Probablemente el mayor argumento conceptual de la cinta se basa en la imaginación, y como la ilusión es parte del secreto de mantenerse «niño». Son varias las corrientes filosóficas y espirituales que hablan sobre nuestro «niño interior», y como el no dejar que la vida adulta nos absorba por completo puede ser de gran ayuda para nosotros.

En la película Sara es una niña inusualmente imaginativa, incluso para su edad y ello es lo que le permite ganarse de inmediato la amistad de sus compañeras. Cuando se entera de la noticia de su padre, como es de esperarse todo parece derrumbarse a su alrededor, de cierta manera ese evento la hace convertirse en adulto de la noche a la mañana, y las historias que tanto la ilusionaban ya no parecen ser importantes ahora.

Y es el recorrido de regreso a recuperar la ilusión aún cuando todo parece perdido, lo que lleva hacia el climax de la cinta. Si bien por momentos la trama parece un tanto azarosa o dislocada no desmerece en su totalidad a la obra.

En entrevistas Cuarón ha mencionado que guarda excelentes recuerdos de la producción y dirección de esta cinta, y no tanto de su siguiente experiencia «Grandes Esperanzas», la cual tanto él, como el cinematógrafo Emmanuel Lubezki quisieran borrar de su filmografía. Aunque en lo personal y como lo ha dicho Lubezki, es un ejemplo de cómo sin un guión de calidad se puede sacar una película estéticamente agradable y que ello sustente la obra por completo.

Por cierto, para el director de fotografía mexicano esta contaba ya como su segunda experiencia en Hollywood, ya que había filmado previamente «Reality Bites» de Ben Stiller en 1994 debido precisamente al éxito de «Solo con tu pareja» donde también fungió como fotógrafo. Y La Princesita le valió su primera nominación al Oscar.

El trabajo en conjunto de ambos cineastas como siempre no decepciona, cabe recordar que este filme corresponde a «la era verde» de su filmografía, donde mediante este color buscaban crear un mundo coherente y artificialmente idílico.

En conclusión

Como nota curiosa al margen, la protagonista de esta cinta, Liesel Matthews, se retiró de la actuación pocos años después de este protagónico. Al igual que su personaje, ella en la vida real proviene de una familia acaudalada, los fundadores de los hoteles Hyatt. Y antes de cumplir los veinte años ya había heredado casi 500 millones de dólares. Y parte de su fortuna la dedica a subsidiar escuelas o internados de niñas con escasos recursos.

La Princesita es una buena cinta para disfrutar ya sea solo o en compañía de la familia, una historía simple pero poderosa que nos hace recordar que mantener nuestra imaginación e ilusiones pueden sacarnos adelante en los momentos más difíciles de nuestra vida.

  • La Princesita (1995) 1h 37m
  • Director: Alfonso Cuarón
  • Protagonistas: Liesel Matthews, Liam Cunningham
  • A la venta y renta en Apple

Curioso de las artes visuales.

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