El cine de final de siglo
Era la recta final de los años 90 y la estética del cine contemporáneo comenzaba a incorporar muchos elementos de lo que entonces era tendencia: Mtv. Sin duda alguna entre la década que abarcó de 1995 a 2005 uno de los mayores puntos de influencia era el canal musical y los videos que los artistas del momento colocaban en las listas de popularidad.
Se habían pulido las técnicas de producción y estilizado las direcciones de arte, los efectos especiales y la edición habían sido altamente beneficiados por la incorporación de la computadora, dejando atrás las prácticas analógicas. Y desde luego la música o soundtrack eran herramientas de marketing imprescindibles para las películas taquilleras.
Y es en 1999 donde nos ubicamos para revisar Stigmata, una producción cuyo género se encontraba en una línea borrosa entre el horror, el suspenso y el drama. Ya que buscaba «descafeinar» un poco el género del horrror y endulzarlo un poco mediante el acelerado y vertiginoso estilo «Mtv». Con un guión polémico y un soundtrack rebelde.
La trama
La historia gira en torno a Frankie (Patricia Arquette) una chica común y corriente, sin afiliciones religiosas y con una vida que oscila entre lo normal y lo caótico, que se gana la vida como peluquera. Un día, su madre que se encuentra de viaje por Brazil, le hace llegar un relicario adquirido en un pequeño pueblo. El cual perteneció a un cura recién fallecido de la localidad.
Al poco tiempo de recibirlo Frankie empieza a ser objeto de extraños acontecimientos que provocan en ella heridas, las cuales poco a poco se van haciendo más severas. Un sacerdote que observa uno de los episodios entra en contacto con el Vaticano, donde el Padre Andrew Kiernan (Gabriel Byrne) es enviado a investigar el caso. Ahí ambos protagonistas pondrán a prueba sus creencias o la falta de ellas, para determinar si lo que sucede es algo de origen divino o no lo es.
En aquel entonces (y probablemente aún) los temas religiosos causaban bastante polémica, especialmente cuando se utilizaban en un contexto fuera del mismo. Basta recordar el video Like a virgin de Madonna en los 80s, o la utilización de cantos gregorianos para la música dance en el primer álbum de Enigma.
Así que no era sorpresa esperar la reacción dividida entre quienes consideraban existía una banalización del tema y por ende casi sacrilegio. Y los que simplemente consideraban era una mala película.

Más allá del argumento
La película fue considerada un fracaso, incluso Gabriel Byrne fue nominado al Razzie (el anti-oscar) por su actuación en ella, y dato curioso es que fueron dos las nominaciones. Ya que el mismo año interpretó al Diablo en «El final de los días», es decir que encarnó al bien y al mal y ninguna actuación fue bien recibida. A final de cuentas ese «premio» se lo termino llevando Ja-Jar-Binks por el Episodio I: La amenaza fantasma.
Analizando la película a dos décadas de distancia encuentro más virtudes que defectos. Ya en aquella época no me pareció que fuera tan mala, quizás el hecho de que no fue un filme completamente de horror decepcionó a mucha gente, o la polémica que generó el tema alejó demasiado el foco de la manufactura de la cinta.
Reconociendo que la película misma no pretende ser más de lo que es, y que haberla realizado se convierte más en un ejercicio visual y sensorial de la época. Desde el punto de vista cinematográfico la historia está muy bien ambientada, con el caos y amontonamiento de una ciudad como Pittsburgh. Llena de grises que son acentuados por el clima lluvioso que permanece durante la película, logra transmitir perfectamente la situación emocional de Frankie.
La paleta de colores de alto contraste en medio de una iluminación que la mayoría de las veces se vale de claro oscuros ampliamente utilizados en las pinturas religiosas. Logra esta fusión de lo barroco clásico con el estilo grunge noventero. Cortesía de Jeffrey L. Kimball uno de los directores de fotografía más vanguardistas de su tiempo. Todo ello aderezado con un ritmo de edición que entremezcla la pausa del suspenso con el dinamismo de la acción.
Y como lo comentaba al principio, el soundtrack es parte fundamental del feeling de la película. El cual incluye temas de figuras de la época como Chumbawamba, Remy Zero, Björk, Sinéad O’Connor y Massive Attack. Ademas de la participación de Billy Corgan y Natalie Imbruglia y la inclusión de una canción de David Bowie.
La historía si bien es predecible, es lo suficientemente sólida para mantenernos entretenidos por la hora y media que dura. Y la moraleja final podrá gustar a unos y molestar a otros. Pero aún está vigente veinte años después (¿o 2020 años después?), si quieres encontrar una conexión divina no hacen falta intermediarios. Ya sea que creamos en una fuerza suprema o no, dicha fuerza está en nosotros y en todos lados donde podamos estar.

Stigmata (1999)
Director: Rupert Wainwright
Protagonistas: Patricia Arquette, Gabriel Byrne
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